sábado, 5 de diciembre de 2015

EL HELADO Y NUESTRAS AMÍGDALAS

Muchos de nosotros asociamos el helado al calor y el verano, aunque lo cierto es que se considera un postre, o tentempié, aceptable en cualquier época del año; y en muchos hogares su consumo no se reduce en absoluto cuando llega el invierno.

Y si hay algo más a lo que se asocia el helado, es en muchos casos el dolor de garganta. O más concretamente la amigdalitis. Las amígdalas son ganglios linfáticos situados en la parte posterior de nuestras bocas y en la parte superior de la garganta; su función es ayudar a eliminar bacterias y otros microorganismos. Cuando las amígdalas son infectadas por un virus o bacteria, se sufre lo que se conoce como amigdalitis.




Aunque es de sobras conocida, la creencia de que comer helado es bueno cuando se sufre una amigdalitis o cuando acabamos de pasar por una amigdalectomía (operación de extirpación de las amígdalas) tiene cada vez menos credibilidad, y es considerada por una gran parte la población tan solo un mito.

La realidad es que los helados son, efectivamente, un alimento ideal tras una intervención de amígdalas. Su consistencia es la adecuada para ser deglutido fácilmente, sin dañar la garganta y sin necesidad de que los músculos en ella trabajen mucho. Además, que esté frío supone que ayude no sólo a reducir la sensación de dolor, sino también a disminuir la inflamación de la zona afectada.


Así pues, en un hospital es muy poco probable que nos ofrezcan este alimento al salir de quirófano, o incluso que sea la primera comida que nos permitan consumir. Además, aunque es indudable que no es dañino en estos casos, numerosos expertos están de acuerdo en que es fundamental que durante el postoperatorio se tenga una dieta lo más completa posible, sin excesos de ningún alimento.

E incluso hay expertos que afirman que comer el helado puede ser hasta cierto punto perjudicial, ya que tragar alimentos más sólidos limpia la costra dejada tras la operación, lo que supone facilitar la cicatrización. Además apuntan que la facilidad para deglutir el helado supone que los músculos no trabajen, lo que lleva a que si esta situación se prolonga en el tiempo estos se atrofien y el paciente siente mucho más dolor cuando sea el momento de volver a usarlos para consumir sustancias más sólidas. 


Fuentes:
http://www.bbc.com/mundo/ultimas_noticias/2014/01/140108_salud_mitos_extirpar_amigdalas_ch

https://www.nlm.nih.gov/medlineplus/spanish/ency/article/001043.htm

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